vivian maier

la mejor fotógrafa del siglo XX que el mundo olvidó

¿Imaginas haber sido una de las mejores fotógrafas de tu siglo y haber muerto sin un solo reconocimiento? La historia de Vivian Maier es fascinante y trágica a la vez. Esta fotógrafa amateur, que se ganaba la vida como niñera en Chicago, que murió pobre y sola, dejó tras de sí un legado de más de 150.000 extraordinarias fotografías, que ni tan siquiera ella llegó a ver impresas. 

Las fotografías de Vivian Maier, descubiertas casi por error tras una compra en una subasta, componen hoy una de las mejores crónicas visuales que existen de todo el siglo XX. ¿Cómo pudo ocurrir que esta mujer viviera y muriera en el absoluto anonimato, cuando era una de las fotógrafas más brillantes del pasado siglo? Ni tan siquiera ella llegó a ser consciente de su talento.

Y es que las imágenes de Maier no eran fotografías cualesquiera. Eran retratos magistrales de la vida cotidiana, las esferas sociales y las desigualdades en los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX. Otra gran mujer olvidada, a la que venimos a sacar de las sombras. ¡Sigue leyendo!

Mural de una persona con sombrero y camisa de colores sosteniendo una cámara vintage en una pared de edificio, estilo artístico vibrante.

“La mejor fotógrafa callejera de la que jamás hayas oído hablar”

Revista Mother Jones

Persona observando una fotografía en blanco y negro en una galería de arte.

El talento femenino, subastado a 400 dólares

Hemos decidido definir el caso de John Maloof, el jóven que descubrió los negativos de Maier, como una “cruel casualidad”.  Una subasta de muebles viejos en un barrio del norte de Chicago atrajo la atención de Maloof, que acabó llevándose una caja llena de negativos por menos de 400 dólares. Por supuesto, no tenía idea de que estaba a punto de desenterrar el legado de una genia fotográfica. En total, 150.000 fotografías esperaban ser descubiertas, cada una revelando fragmentos de un mundo olvidado, visto a través de los ojos de una mujer cuya historia estaba a punto de ser reescrita.

Y decimos “cruel casualidad” porque si Maloof no llega a estar buscando fotografías en los lugares más insospechados, con el objetivo de ilustrar uno de sus ensayos, probablemente el magnífico legado del talento único de Maier hubiera sido simple y llanamente desechado. ¿Cuántas veces habrá sucedido con figuras femeninas? Solo en el caso de las mujeres, que nuestro talento perdure en la historia es casi una cuestión de azar.

Tras el descubrimiento, John Maloof contaba con tan solo un dato sobre la artífice de aquel tesoro fotográfico: su nombre. Desconocía todo lo demás sobre esta mujer. Ni tan siquiera Google era capaz de ofrecer una sola pista más sobre la autora de ese imponente repertorio de imágenes. Sólo dos años después, en 2009, cuando Vivian Maier fallecía a los 89 años en la más absoluta soledad, Maloof consiguió encontrar una esquela en la prensa, que le conectó con una de las familias para las que había trabajado como niñera.

A partir de ese momento, las piezas del retrato de Vivian Maier comenzaron a unirse como si de un puzzle se tratara. Y cientos de negativos nuevos engrosaron todavía más la ya excepcional obra de la artista.

el ojo crítico detrás del objetivo

Vivian Maier vivió y murió siendo niñera, pero su talento estaba más allá. En las sombras de las calles de Chicago y Nueva York, ella empuñaba su Rolleiflex no solo como un instrumento, sino como una extensión de su ser, capturando la vida en su forma más cruda.  Muchas veces acompañada de las niñas y niños que cuidaba, otras sola, Maier recorría las calles con una discreción casi fantasmal. 

Ella no era una fotógrafa cualquiera: su mirada estuvo siempre orientada a la denuncia social. La obra de Maier es un testimonio poderoso de los contrastes sociales, la riqueza y la pobreza, la esperanza y la desesperación que coexistían en las ciudades estadounidenses de la época. A través de su lente, Maier no solo registró la vida de las personas comunes en momentos aparentemente mundanos, sino que también ofreció una mirada penetrante a las tensiones raciales, la desigualdad económica y los cambios culturales que estaban remodelando América. Un periodo de contrastes agudos marcado por cambios profundos y tensiones sociales que definirían el curso de la nación. 


En sus fotos había mendigos, había trabajadores, había ricos y había pobres. También había autorretratos en espejos de la misteriosa mujer que ella era. Había magníficas postales de Nueva York y Chicago. Había niños, había ancianos. Pero lo que sobre todo había era un don sobrecogedor que convertía la más amarga crudeza en algo profundamente bello. Había un uso magistral de la luz. Momentos fugaces encuadrados con un talento fuera de lo normal.

Las fotografías de Vivian Maier capturan la vida estadounidense tal y como era: desde la intimidad de los hogares suburbanos, hasta la crudeza de las calles del centro de la ciudad, documentando tanto la alegría cotidiana como las fracturas sociales de una nación en transformación. Sus imágenes funcionan como un valioso archivo histórico y artístico, ofreciendo perspectivas únicas sobre una era definitoria, capturando la complejidad y la contradicción de la sociedad estadounidense de mediados del siglo XX. Aunque murió sin saberlo, Vivian Maier se posiciona hoy como una de las mejores cronistas que nos ha dejado la historia.

Interior de una sala con personas sentadas en escritorios de madera, posiblemente asistiendo a una reunión o evento formal en un edificio de estilo clásico.

“Es absolutamente asombroso lo que ella era capaz de hacer”

Marcel Feil

Ellas niñeras, ellos fotógrafos prolíficos

En los últimos años se ha conseguido rescatar la figura de Vivian Maier, sobre todo gracias al documental Finding Vivian Maier, dirigido precisamente por John Maloof, la persona que dio con sus primeros negativos. Desde ese momento, se ha hablado de ella como “la niñera que tomaba fotografías”, cuando era exactamente lo contrario. Maier era una fotógrafa prolífica que, seguramente muy condicionada por el hecho de ser mujer, se vio obligada a sobrevivir económicamente cuidando a niños y a desarrollar su arte como una actividad puramente personal. No olvidemos que la fotografía ha sido, como casi todo, un sector esencialmente masculino, donde hacerse un hueco como mujer desde la más absoluta precariedad y el más puro anonimato, no era una tarea en absoluto fácil.

Si no quedan dudas de su talento y su calidad artística, entonces, ¿por qué sigue prevaleciendo en el imaginario colectivo su rol como niñera? Parece que no tenemos ninguna dificultad en considerar como grandes artistas a fotógrafos varones que no ejercían la fotografía como su primera profesión.

Es el caso de Henri Cartier-Bresson, reconocido ya en vida como uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX. Su trabajo en fotoperiodismo y en la fotografía de calle sentó las bases para futuras generaciones, aunque él siempre vio la fotografía como una pasión, más que como una profesión. Mientras Cartier-Bresson recibió gran aclamación por su obra y co-fundó la agencia Magnum Photos, Vivian Maier permaneció en las sombras de la historia.

Otros fotógrafos varones, como William Eggleston y Stephen Shore, son recordados como los pioneros de la fotografía en color, gracias a sus icónicas instantáneas de la cultura estadounidense en la década de 1970. Lo que olvida el relato hegemónico, una vez más, es que Vivian Maier ya hacía esta clase de fotografías más de una década antes.

Mujer sosteniendo a un bebé frente a una casa de madera azul.

Una artista en toda regla, víctima de la precariedad

Otra de las teorías que circulan con asiduidad sobre Maier es que probablemente ni ella misma fuese consciente de su talento y de la calidad de su trabajo. Otra versión que no tiene ningún fundamento, ya que, tal y como relata la biografía de Maier de Pamela Bannos, publicada en 2017, si bien Maier no tenía ninguna formación profesional que sepamos, visitaba frecuentemente exposiciones y estudiaba concienzudamente la creación de las imágenes que tomaba. 

Que era muy consciente de su propio talento lo demuestra también que Maier mantuvo durante un tiempo correspondencia con un estudio de fotografía en Francia. Con ellos habló de imprimir sus imágenes en forma de postales, prueba de que tenía interés en que otras personas las vieran, al menos cuando tenía algo de dinero. Muchos son los críticos que sostienen que la artista era completamente consciente de su talento y que la forma en que tomaba sus fotos, la consistencia y el arte de las mismas, demuestran que los resultados estaban hechos para ser vistos.

Junto a los carretes de Vivian Maier también se dió con pertenencias que coleccionaba compulsivamente, como periódicos, tickets, recibos, revistas y notas garabateadas de una forma indescifrable. También esto apunta a ser parte de todo un proceso artístico: una forma de registrar y registrar su existencia, de manera muy similar a como lo hizo Andy Warhol con sus cápsulas del tiempo. En este caso, una vez más, con Warhol no tenemos ningún problema en considerar que lo que hacía era arte. A Maier, sin embargo, se le han adjudicado infinidad de enfermedades mentales…

El Legado de la Sombra

Vivian Maier murió sola en 2009, casi como una desconocida. Sin embargo, su obra habla por ella, desafiando no solo nuestras nociones de arte y anonimato, sino también la manera en que recordamos e interpretamos el pasado. Hoy, su legado vive en exposiciones y libros, convirtiéndola en una fuente de inspiración para futuras generaciones de artistas. Su historia, marcada tanto por el genio como por la tragedia, nos recuerda la importancia de observar, de documentar y de compartir nuestras propias perspectivas sobre el mundo que nos rodea.

Vivian Maier es la prueba viviente de cómo la historia ha sepultado a tantas mujeres bajo el peso del anonimato. Su legado, rescatado de la basura por una casualidad casi cruel, nos obliga a cuestionarnos: ¿cuántas mujeres geniales han sido borradas de la memoria colectiva? ¿Cuántos talentos han sido ignorados simplemente porque no encajaban en el molde de lo que la sociedad esperaba de ellas?

Hoy, Maier ya no es solo "la niñera que tomaba fotos", sino una de las grandes cronistas visuales del siglo XX. Su trabajo, tan real como brutalmente hermoso, nos interpela con cada imagen, nos obliga a mirar más allá del encuadre y a ver el mundo con ojos críticos.

No permitamos que la historia siga enterrando a las mujeres que construyeron el arte, la ciencia y la cultura en las sombras. Que Vivian Maier sea un recordatorio de que el talento no necesita permiso para existir, pero sí reconocimiento para perdurar.

Sombra de una persona con sombrero y abrigo en una pared de ladrillos.